Erase una vez en una hermosa tierra llamada España, allá por el siglo XVI, cuando se solía llamar Eramista a algún que otro teólogo, a un profesor de la universidad, a un humanista o simplemente a una persona sencilla que nada tiene que ver con el mundo de este conocimiento teológico, solía ser una de las más graves acusaciones que se podían realizar y solía acabar en manos de la Inquisición. Llegué a causar una gran sensación en España, pese a esto a mi gran amigo Tomás Moro jamás le gusto este país, donde gocé de una gran autoridad, además, se realizaron muchísimas traducciones de mis obras así como comentarios de las mismas. En la Universidad de Alcalá se podían encontrar muchísimos de mis seguidores así como partidarios cercanos a los círculos de Carlos V. También tenemos el famoso "Diálogo de la doctrina cristiana"
Mis lecturas llegaron a generar en España tres desencadenantes básicos, por un lado se comenzó a darle una gran importancia de los estudios clásicos pertenecientes a las humanidades, el aumento de la piedad tanto interior como personal y un cambio de los estudios de las Sagradas Escrituras. Finalizó este apartado con una de las grandes frases Bataillon: "un movimiento positivo de renovación espiritual y un esfuerzo de cultura intelectual dominado por un ideal de piedad".
No hay comentarios:
Publicar un comentario